Actividad 1. Primeras Experiencias de Lectura 4. "Mis amigos...". Sebastián Gacitúa L.
La casa de mi
abuela materna fue una dimensión fascinante durante mis dos primeras décadas de
vida. Era una capsula del tiempo que resistía con el tesón del adobe las
arremetidas de la modernidad. Como casa centenaria, testigo de más de un siglo
de historia, tenía de todo; era un museo de la cotidianidad olvidada. Año tras
año de entre sus recovecos aparecía algo (o alguien) que me impresionaba tanto
por su extraordinaria naturaleza como por lo inconcebible de su procedencia. A
veces eran utensilios de culturas exóticas, otras álbumes y fotografías de
juventudes que no conocí, carpetas con documentos misterios, monedas y billetes
jubilados, juguetes decadentes, incluso insectos o animales pequeños que
buscaban la calidez de la cocina a leña.
Sin embargo,
el hallazgo que me robó mi atención por varios años de mi infancia neolectora,
fue la senda colección de la enciclopedia de vida silvestre “Mis Amigos Los
Animales” del doctor Félix Rodríguez de la Fuente. Debieron ser unos 15 o 20
mamotretos, cuya cantidad de información escrita no compensaba las fabulosas
pero mudas ilustraciones y fotografías.
Embelesado, recorrí sin cansancio la tundra siberiana, la selva
amazónica, los bosques europeos, la sabana africana. Podían ser horas, mientras
pasaba las páginas y trataba de emular a través del dibujo, sin grandes
resultados, mis escenas predilectas.
Pero, cuando
la vista estaba satisfecha, a raíz de las imágenes surgían muchas interrogantes
que, por lo visto, nadie a mí alrededor podía responder con precisión. El
internet no estaba en los bolsillos, menos aún en una casa con cocina a leña y
letrina. Ni siquiera mi abuelo, la persona más sabia que conocía hasta ese
momento, pudo contestar mis dudas, pero replicó, a modo de consejo: “Nunca lo
sabrás mirando sólo las fotos. Tus respuestas están en las palabras que no
estás leyendo”. Era cierto, había ignorado su contenido escrito, sobre todo
porque mi dominio sobre la lengua escrita aún era rudimentario
El asunto era que la cantidad de palabras era apabullante, hasta las breves explicaciones de las ilustraciones podían contener conceptos e ideas que superaban mi capacidad de comprensión., no obstante, mi curiosidad fue más fuerte y me animé a leer sobre la fauna de la sabana africana. Al poco andar entre gerenuks y dibatags, frustrado y agotado no pude continuar con mi intento de lectura, al estar absolutamente in capacitado para comprender el contenido de un tratado especializado como ese. Hoy en día, son textos que todavía me quedan grandes en términos técnicos pero que, para mi deleite, puedo disfrutar hasta hoy, no sin unas buenas consultadas a internet sobre palabras y conceptos que me siguen sorprendiendo.
Sebastián Gacitúa López
Muy bien, revisa ortografía.
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